10 errores comunes que cometemos los padres de hoy en día
Cuando iba a ser mamá por primera vez, me dieron un montón de
consejos. Pero, hasta hace unos pocos años, no hubo nadie que me
comentara que querer a un niño significa querer lo mejor para él
a largo plazo.
Cuando mis cuatro hijas eran pequeñas, el
largo plazo
no entraba en mis planes. Lo único que importaba era sobrevivir, cubrir
las necesidades diarias y evitar que nos llegara el agua al cuello.
Sin
embargo, ahora que mis hijas están madurando, parece que la niebla va
despejándose. Ya no soy una advenediza, sino una adoctrinada más del
club. Lo bueno que tiene esta fase es que mis hijas ahora quieren pasar
más tiempo conmigo. Tenemos conversaciones reales que revelan una
personalidad poderosa. Lo de que duerman toda la noche del tirón también
ayuda. Puedo pensar las cosas con coherencia y tomar mejores decisiones
sobre su educación.
Ahora, tengo más en cuenta la idea de
a largo plazo.
Pienso en el tipo de personas adultas en las que espero que mis hijas
se conviertan, y para eso, siempre me pregunto: "¿Qué puedo hacer
hoy para fomentarlo?". Ser consciente de su futuro ha cambiado mi paradigma como madre,
porque
lo que hacía felices a mis hijas cuando tenían 10 o 15 años no es
exactamente lo mismo que las hará felices con 25, 30 o 40 años.
Hace
tiempo, me topé con algunos artículos y libros interesantes que
examinaban lo que los psicólogos observan en la actualidad: cada vez más
veinteañeros
están deprimidos
y no saben por qué. Estos jóvenes adultos afirman que su infancia fue
espectacular. Sus padres son sus mejores amigos. Nunca han experimentado
una tragedia en sus vidas ni nada que se salga de cualquier decepción
habitual. Pero, por alguna razón, son infelices.
Una de las
razones que se dan es que los padres de hoy en día se precipitan
enseguida. No queremos que nuestros hijos se caigan, por lo que, en vez
de dejarles que experimenten la adversidad, les allanamos el camino.
Apartamos cualquier obstáculo con tal de hacerles la vida más fácil.
En
cambio, la adversidad forma parte de la vida, y nuestros hijos tendrán
que enfrentarse a ella si queremos que desarrollen habilidades que serán
necesarias para que continúen su camino. Así que, aunque
parece que les estemos haciendo un favor, en realidad les estamos
obstaculizando el camino, su crecimiento. Estamos anteponiendo las
recompensas a corto plazo sobre el bienestar a largo plazo.
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"Tus hijos no
tendrán éxito gracias a lo que hayas hecho por ellos, sino gracias a lo
que les hayas enseñado a hacer por sí mismos". Ann Landers
En un artículo
se menciona que muchos decanos utilizan el apodo de "tazas de café"
(por su fragilidad ante cualquier contratiempo) para referirse a los
chicos recién llegados a la universidad. La pregunta es la siguiente:
"¿Acaso estamos impidiendo que nuestros hijos sean felices de mayores
por el hecho de protegerles de la infelicidad cuando son pequeños?".
Esta es la respuesta del psiquiatra Paul Bohn:
Muchos padres hacen lo que sea con tal de evitar que sus hijos sufran cualquier tipo de incomodidad, ansiedad o decepción;
cualquier cosa poco agradable.
Y, como consecuencia, cuando se hacen adultos y experimentan las
frustraciones normales de la vida, piensan que el mundo se les viene
encima, que hay algo que va mal, muy mal.
Estoy compartiendo esta
información con vosotros porque creo que tiene mucha relevancia en esta
época de sobreprotección parental. Aunque me parece muy bien que los
padres de hoy en día se impliquen más en la vida de sus hijos, esta
implicación no debería extralimitarse. Lo que a veces se define como
señal de ser
buen padre puede resultar nocivo para nuestros
hijos cuando pase un tiempo. Es necesario que seamos conscientes de
ello; si no, estaríamos complicando sus vidas aunque nuestro fin sea
justo lo contrario.
Mi filosofía favorita sobre la paternidad dice así: "Prepara a tu hijo para el camino, no el camino para tu hijo".
Dicho
esto, he elaborado una lista con los diez errores más comunes que
cometen los padres en la actualidad (incluyéndome a mí). No tengo la
intención de señalar con el dedo a nadie, sino de que la gente tome
conciencia. Lo que se inculca en nuestra cultura no siempre es lo mejor
para nuestros hijos.
Error nº 10: Adorar a nuestros hijos.
Muchos de nosotros vivimos en comunidades que se desviven por los
hijos. Los estamos criando en hogares completamente centrados en ellos. A
nuestros hijos les encanta, claro está, porque nuestras vidas giran en
torno a ellos. A la mayoría de nosotros tampoco nos importa, porque su
felicidad es la nuestra. Nos entusiasma hacer cualquier cosa por ellos,
comprarles cosas, cubrirles de amor y de atenciones.
No obstante,
creo que es importante tener en cuenta que nuestros hijos han sido
creados para ser amados, no idolatrados. Por tanto, cuando les tratamos
como si fueran el centro del universo, creamos un falso ídolo. En vez de
un hogar centrado en los niños, deberíamos intentar centrarnos más en
el amor. Así, nuestros hijos se sentirán queridos, pero entenderán que
en el amor, el altruismo va por encima del egoísmo.
Error nº 9: Creer que nuestros hijos son perfectos.
Una cosa que suelo oír de los profesionales que trabajan con niños
(orientadores o maestros) es que los padres de hoy en día no quieren oír
nada negativo sobre sus hijos. Cuando se menciona la palabra
preocupación, o problema, la reacción suele ser atacar al mensajero.
La
verdad a veces duele, pero cuando escuchamos con la mente y el corazón
abiertos, nos mostramos dispuestos a mejorar. Así, podremos intervenir
antes de que la situación se nos vaya de las manos. Es más fácil tratar a
un niño problemático que reparar a un adulto destrozado.
Una
psiquiatra del centro médico Children's of Alabama me contó hace poco
que en la depresión adolescente, resulta clave intervenir con rapidez,
puesto que se puede actuar sobre la trayectoria de la vida de un niño.
También me dijo que este es el motivo por el que disfruta de la terapia
de niños y adolescentes, pues los niños son resilientes, y es mucho más
fácil intervenir de forma efectiva cuando aún son jóvenes, ya que cuando
el problema continúa durante muchos años se incorpora como parte de la
identidad de la persona.
Error nº 8: Vivir a través de nuestros hijos.
Los padres nos sentimos muy orgullosos de nuestros hijos. Cuando
consiguen algo, nos hace más felices que si lo hubiéramos conseguido
nosotros mismos.
Lo cierto es que si nos implicamos demasiado en
sus vidas, nos resultará más complicado ver dónde acaban ellos y dónde
empezamos nosotros. Cuando nuestros hijos se convierten en una extensión
de nosotros, puede que los veamos como nuestra segunda oportunidad.
Pero, no se trata de ellos, sino de nosotros. Llega un momento en el que
su felicidad empieza a confundirse con la nuestra.
Error nº 7: Tratar de ser el mejor amigo de nuestro hijo.
Cuando le pregunté a un sacerdote cuál era el mayor error que cometen
los padres, estuvo pensándolo un momento y luego contestó: "El problema
ocurre cuando los padres dejan de ser padres y no son capaces de asumir
sus responsabilidades, aunque a veces cueste".
Como todo el
mundo, quiero que mis hijos me quieran. Quiero que reconozcan mis
méritos y me tengan cariño. Pero si quiero hacer bien mi trabajo, tengo
que aceptar que se enfaden y que a veces no les gusten mis decisiones.
Pondrán los ojos en blanco, se quejarán y desearán haber nacido en otra
familia.
Pero, tratar de ser el mejor amigo de tu hijo solo puede
llevar a una permisividad excesiva, y a que tomes decisiones
desesperadas por temor a no contar con su aprobación. Esto no es amor,
sino necesidad.
Error nº 6: Entrar en una competición por ser el mejor padre.
Todos los padres llevan algo de competitividad en las venas. Lo único
que necesitan para despertar al monstruo es que otro padre ponga a su
hijo por encima del tuyo.
He oído muchas historias de este tipo
que tienen lugar en patios de colegio; historias de amistades rotas y
traiciones en las que se entrometieron familias completas y la cosa
acabó mal. En mi opinión, el origen se encuentra en el miedo. Tememos
que nuestros hijos se queden aparte. Tenemos miedo de que, si no nos
ponemos serios e intervenimos para pararle los pies a cualquiera, se
sumirán en la mediocridad para el resto de su vida.
Creo que los
niños tienen que esforzarse y entender que los sueños no se cumplen así
como así, que para ello tienen que trabajar y luchar. No obstante, si
fomentamos una actitud de
ganar cueste lo que cueste y les permitimos que empujen a otros niños para conseguir ser los primeros, la cosa se nos está yendo de las manos.
Es
verdad que en la adolescencia el carácter no nos parece tan importante;
en cambio, cuando somos adultos, el carácter lo es todo.
Error nº 5: Olvidarnos de lo maravilloso que es ser niño. El otro día descubrí una pegatina de Tarta de Fresa en el fregadero, lo que me hizo recordar la alegría de vivir con niños.
"Tus hijos no
tendrán éxito gracias a lo que hayas hecho por ellos, sino gracias a lo
que les hayas enseñado a hacer por sí mismos". Ann Landers
En un artículo
se menciona que muchos decanos utilizan el apodo de "tazas de café"
(por su fragilidad ante cualquier contratiempo) para referirse a los
chicos recién llegados a la universidad. La pregunta es la siguiente:
"¿Acaso estamos impidiendo que nuestros hijos sean felices de mayores
por el hecho de protegerles de la infelicidad cuando son pequeños?".
Esta es la respuesta del psiquiatra Paul Bohn:
Muchos padres hacen lo que sea con tal de evitar que sus hijos sufran cualquier tipo de incomodidad, ansiedad o decepción;
cualquier cosa poco agradable.
Y, como consecuencia, cuando se hacen adultos y experimentan las
frustraciones normales de la vida, piensan que el mundo se les viene
encima, que hay algo que va mal, muy mal.
Estoy compartiendo esta
información con vosotros porque creo que tiene mucha relevancia en esta
época de sobreprotección parental. Aunque me parece muy bien que los
padres de hoy en día se impliquen más en la vida de sus hijos, esta
implicación no debería extralimitarse. Lo que a veces se define como
señal de ser
buen padre puede resultar nocivo para nuestros
hijos cuando pase un tiempo. Es necesario que seamos conscientes de
ello; si no, estaríamos complicando sus vidas aunque nuestro fin sea
justo lo contrario.
Mi filosofía favorita sobre la paternidad dice así: "Prepara a tu hijo para el camino, no el camino para tu hijo".
Dicho
esto, he elaborado una lista con los diez errores más comunes que
cometen los padres en la actualidad (incluyéndome a mí). No tengo la
intención de señalar con el dedo a nadie, sino de que la gente tome
conciencia. Lo que se inculca en nuestra cultura no siempre es lo mejor
para nuestros hijos.
Error nº 10: Adorar a nuestros hijos.
Muchos de nosotros vivimos en comunidades que se desviven por los
hijos. Los estamos criando en hogares completamente centrados en ellos. A
nuestros hijos les encanta, claro está, porque nuestras vidas giran en
torno a ellos. A la mayoría de nosotros tampoco nos importa, porque su
felicidad es la nuestra. Nos entusiasma hacer cualquier cosa por ellos,
comprarles cosas, cubrirles de amor y de atenciones.
No obstante,
creo que es importante tener en cuenta que nuestros hijos han sido
creados para ser amados, no idolatrados. Por tanto, cuando les tratamos
como si fueran el centro del universo, creamos un falso ídolo. En vez de
un hogar centrado en los niños, deberíamos intentar centrarnos más en
el amor. Así, nuestros hijos se sentirán queridos, pero entenderán que
en el amor, el altruismo va por encima del egoísmo.
Error nº 9: Creer que nuestros hijos son perfectos.
Una cosa que suelo oír de los profesionales que trabajan con niños
(orientadores o maestros) es que los padres de hoy en día no quieren oír
nada negativo sobre sus hijos. Cuando se menciona la palabra
preocupación, o problema, la reacción suele ser atacar al mensajero.
La
verdad a veces duele, pero cuando escuchamos con la mente y el corazón
abiertos, nos mostramos dispuestos a mejorar. Así, podremos intervenir
antes de que la situación se nos vaya de las manos. Es más fácil tratar a
un niño problemático que reparar a un adulto destrozado.
Una
psiquiatra del centro médico Children's of Alabama me contó hace poco
que en la depresión adolescente, resulta clave intervenir con rapidez,
puesto que se puede actuar sobre la trayectoria de la vida de un niño.
También me dijo que este es el motivo por el que disfruta de la terapia
de niños y adolescentes, pues los niños son resilientes, y es mucho más
fácil intervenir de forma efectiva cuando aún son jóvenes, ya que cuando
el problema continúa durante muchos años se incorpora como parte de la
identidad de la persona.
Error nº 8: Vivir a través de nuestros hijos.
Los padres nos sentimos muy orgullosos de nuestros hijos. Cuando
consiguen algo, nos hace más felices que si lo hubiéramos conseguido
nosotros mismos.
Lo cierto es que si nos implicamos demasiado en
sus vidas, nos resultará más complicado ver dónde acaban ellos y dónde
empezamos nosotros. Cuando nuestros hijos se convierten en una extensión
de nosotros, puede que los veamos como nuestra segunda oportunidad.
Pero, no se trata de ellos, sino de nosotros. Llega un momento en el que
su felicidad empieza a confundirse con la nuestra.
Error nº 7: Tratar de ser el mejor amigo de nuestro hijo.
Cuando le pregunté a un sacerdote cuál era el mayor error que cometen
los padres, estuvo pensándolo un momento y luego contestó: "El problema
ocurre cuando los padres dejan de ser padres y no son capaces de asumir
sus responsabilidades, aunque a veces cueste".
Como todo el
mundo, quiero que mis hijos me quieran. Quiero que reconozcan mis
méritos y me tengan cariño. Pero si quiero hacer bien mi trabajo, tengo
que aceptar que se enfaden y que a veces no les gusten mis decisiones.
Pondrán los ojos en blanco, se quejarán y desearán haber nacido en otra
familia.
Pero, tratar de ser el mejor amigo de tu hijo solo puede
llevar a una permisividad excesiva, y a que tomes decisiones
desesperadas por temor a no contar con su aprobación. Esto no es amor,
sino necesidad.
Error nº 6: Entrar en una competición por ser el mejor padre.
Todos los padres llevan algo de competitividad en las venas. Lo único
que necesitan para despertar al monstruo es que otro padre ponga a su
hijo por encima del tuyo.
He oído muchas historias de este tipo
que tienen lugar en patios de colegio; historias de amistades rotas y
traiciones en las que se entrometieron familias completas y la cosa
acabó mal. En mi opinión, el origen se encuentra en el miedo. Tememos
que nuestros hijos se queden aparte. Tenemos miedo de que, si no nos
ponemos serios e intervenimos para pararle los pies a cualquiera, se
sumirán en la mediocridad para el resto de su vida.
Creo que los
niños tienen que esforzarse y entender que los sueños no se cumplen así
como así, que para ello tienen que trabajar y luchar. No obstante, si
fomentamos una actitud de
ganar cueste lo que cueste y les permitimos que empujen a otros niños para conseguir ser los primeros, la cosa se nos está yendo de las manos.
Es
verdad que en la adolescencia el carácter no nos parece tan importante;
en cambio, cuando somos adultos, el carácter lo es todo.
Error nº 5: Olvidarnos de lo maravilloso que es ser niño. El otro día descubrí una pegatina de Tarta de Fresa en el fregadero, lo que me hizo recordar la alegría de vivir con niños.
![2014-02-09-KariKampakisHuffPost.jpg](http://images.huffingtonpost.com/2014-02-09-KariKampakisHuffPost-thumb.jpg)
Llegará un día en que deje de haber pegatinas en el fregadero. Ya no habrá Barbies en la bañera, ni muñecas en mi cama, ni
Mary Poppins
en el DVD. Las ventanas estarán limpias, sin huellas, y la casa estará
tranquila porque mis hijas saldrán con sus amigos en vez de quedarse en
el nido.
Criar a niños pequeños puede ser un trabajo duro y
monótono. A veces, es tan agotador física y emocionalmente que nos
encantaría que se hicieran mayores cuanto antes. Por otra parte, también
tenemos curiosidad por saber cómo será su crecimiento. ¿Cuáles serán
sus pasiones? Como padres, esperamos poder descubrir sus dones, para
saber aprovechar sus puntos fuertes y animarles a que sigan por la buena
dirección.
Pero, cuando proyectamos su futuro, y nos preguntamos
si ese gusto por el arte le convertirá en Picasso, o si su voz
melodiosa hará de ella una Taylor Swift, podemos llegar a olvidarnos de
disfrutar de lo realmente bueno: los cuentos de antes de dormir, los
pijamas de una sola pieza, las cosquillas en la tripa y los gritos de
alegría. A veces, nos olvidamos de dejar que nuestros hijos se comporten
como niños y disfruten de su infancia.
La presión sobre los niños
comienza demasiado pronto. Si queremos echar una mano a nuestros hijos,
tenemos que protegerles de estas presiones. Hay que dejar que disfruten
y crezcan a su propio ritmo, así que, en primer lugar, deben explorar
sus intereses sin miedo al fracaso y, en segundo lugar, no tienen que
sentirse agobiados.
La infancia es un momento de juegos y de
descubrimientos. Cuando metemos prisa a los niños, les estamos robando
una etapa inocente por la que nunca volverán a pasar.
Error nº 4: Criar al hijo que queremos, y no al que tenemos.
Como padres, nos creamos una imagen propia de nuestros hijos. Esta
imagen comienza a confeccionarse en el momento del embarazo, antes
incluso de saber el sexo del bebé. En secreto, deseamos que el niño se
parezca a nosotros, pero un poco más inteligente y con más talento.
Queremos ser su ejemplo, y modelar su vida siguiendo el patrón de la
nuestra.
Sin embargo, los niños suelen seguir su propio modelo y,
además, desconfiguran los nuestros. Al final, son como nunca los
imaginamos. Nuestro trabajo consiste en descubrir sus dones innatos, y
en tratar de guiarlos por el buen camino. Ante todo, inculcarles
nuestros propios sueños no va a funcionar. Solo si entendemos quiénes y
cómo son, podremos tener un impacto en sus vidas.
Error nº 3: Olvidar que los hechos pesan más que las palabras.
A veces, cuando mis hijas me preguntan algo, me dicen: "Por favor,
responde en una frase". Me conocen bien, y saben que aprovecho cualquier
lección de la vida diaria y la convierto en un momento de aprendizaje.
Quiero que tengan sabiduría, pero de lo que a veces me olvido es de que
mis ejemplos ensombrecen mis palabras.
Cómo respondo al rechazo y a
la adversidad... Cómo trato a mis amigos y a los desconocidos... Si me
peleo con su padre o si nos apoyamos mutuamente... Ellas se dan cuenta
de todas estas cosas. Y mi actitud les da permiso para comportarse de la
misma manera.
Si quiero que mis hijas sean maravillosas, yo
también tengo que aspirar a lo mismo. Tengo que ser la persona que
espero que sean ellas.
Error nº 2: Juzgar a otros padres... y a sus hijos. Independientemente de lo mucho que difieras en la forma de educar que tienen otros padres, no es tu misión juzgarlos. Nadie es
completamente bueno ni
completamente malo; todos somos un poco de todo, todos luchamos contra nuestros propios demonios.
Personalmente,
tiendo a ser más benevolente con otros padres cuando yo lo estoy
pasando mal. En los momentos en que los niños me lo ponen difícil,
entiendo el comportamiento de muchos padres.
Nunca sabemos por lo
que alguien está pasando, ni cuándo nos veremos en una situación
parecida. Aunque, en ocasiones, no podamos evitar tener nuestros
prejuicios, deberíamos controlarlos y tratar de entender a la otra
persona en lugar de llegar a conclusiones precipitadas.
Error nº 1: Subestimar el CARÁCTER.
Si hay una cosa que espero hacer bien con mis hijos es conseguir que
tengan un buen CORAZÓN. El carácter, la fibra moral y una brújula
interna son los cimientos que forman la base para un futuro feliz y
saludable. Esto es más importante que cualquier boletín de notas o que
cualquier trofeo que ganen.
Nadie puede exigir un carácter
concreto a sus hijos, y más teniendo en cuenta que el carácter no
significa mucho a la edad de 10 o de 15 años. Los niños a esa edad se
preocupan por las recompensas a corto plazo, pero nosotros, como padres,
conocemos mejor la historia.
Sabemos que lo importante con 25,
30 o 40 años no es lo largo que lanzaste una vez un balón o si fuiste
animadora, sino cómo tratas a los demás y qué piensas de ti mismo.
Si queremos fomentar el carácter, la confianza, la fuerza y la
resiliencia, tenemos que dejar que los niños se enfrenten a las
adversidades y que experimenten el orgullo que se siente al salir
reforzado de una situación difícil.
Es complicado ver a nuestros
hijos caer, pero a veces es necesario. En ocasiones, hay que preguntarse
si intervenir se encuentra entre las mejores opciones. Hay un millón de
formas de amar a nuestros hijos, pero, a la hora de buscar su
felicidad, conviene ser conscientes de que a veces la pena a corto plazo
será recompensada con creces por los beneficios en el futuro.